Por tanto, debemos prestar mayor atención a lo que hemos oído, no sea que nos desviemos. (Hebreos 2:1)
Todos conocemos personas a las que les ha sucedido esto. No hay diligencia, ni vigilancia; no escucharon con atención, no meditaron ni pusieron sus ojos en Jesús. El resultado fue que, en lugar de mantenerse firmes y de pie, se desviaron.
Ese es el punto: no se mantuvieron firmes. La vida en este mundo no es como un lago; es como un río, y su corriente conduce a la perdición. Si no escuchamos a Jesús con diligencia, meditamos en él a diario y ponemos nuestros ojos en él a toda hora, entonces no nos mantendremos firmes, retrocederemos. Flotaremos mientras la corriente nos arrastra.
Desviarse es fatal en la vida cristiana. La solución, según Hebreos 2:1, es «prestar mayor atención a lo que hemos oído». Es decir, debemos reflexionar en lo que Dios dice mediante su Hijo Jesús; prestar atención a lo que Dios dice y hace por medio del Hijo de Dios, Cristo Jesús.
No se trata de un estilo avanzado que debemos aprender para poder nadar contra la corriente del pecado y la indiferencia. Lo único que nos impide nadar contra corriente son nuestros propios deseos pecaminosos de mantenernos a flote con otros intereses.
No nos quejemos porque Dios nos asignó una tarea difícil. Escuchemos, reflexionemos y pongamos nuestros ojos en Cristo: esta no es la descripción de un trabajo complicado. No es la descripción de un trabajo. Es una invitación solemne a estar satisfechos en Jesús para que no dejemos que los deseos engañosos nos atraigan y la corriente nos arrastre.
Si usted está desviándose hoy, uno de los síntomas que indican que hay esperanza de que haya nacido de nuevo es que se sentirá confrontado por estas palabras, y tendrá un deseo cada vez mayor de volver sus ojos a Jesús, meditar en él, y escucharlo en los días y meses y años siguientes.
Devocional tomado del sermón “El peligro de desviarnos de la palabra»